“Nada llega sin luchar. Pero esa lucha no se crea sola. Si queremos que el árbol de la humanidad florezca, las semillas nuevas deben ser plantadas para que puedan germinar y crecer. No podemos arrancar el presente del pasado o del futuro. El pasado, el presente y el futuro son la Trinidad del tiempo. ¡En los niños yace la semilla del futuro!”
En medio de la contingencia nacional, esta frase vuelve a hacerse vida después de casi dos siglos. Pertenece a Federico Fröbel, uno de los principales precursores de la Educación Inicial, quien creía que la educación de los niños en edad temprana era un “deber sagrado” que permitía el florecimiento del potencial humano. En el año 1840, creó el término de kindergarten o jardín de infancia con su respectivo método, basado principalmente en el juego. Comprendió que son las experiencias, los afectos y contextos en los primeros años de vida los que impactan en futuro. Como un árbol en crecimiento, son las raíces las que le dan sustento y estructura. Los Educadores cual tutores, vamos dirigiendo el camino donde se alzará su tronco, para en un futuro próximo convertirse en fruto y sombra.
Hoy en que se hacen visibles los invisibilizados, los niños abandonados por sus familias por motivos diversos, pero por sobre todo por una sociedad y un sistema que no ha sabido poner el foco en lo trascendente, vemos convertidos a los otrora niños en jóvenes llenos de deseos de justicia, canalizados a través de la rabia, activos en pleno campo de batalla, defendiendo las calles que le han servido de hogar. Son niños con sus raíces secas. Sus primeros años fueron privados de ese principio fundamental del juego, del derecho universal a la educación, a una familia, a ser socorridos, a ser simplemente amados.
“Tocar al niño es tocar el punto más delicado y vital, donde todo puede decidirse y renovarse, donde todo está lleno de vida, donde se hallan encerrados los secretos del alma, por ahí se elabora la educación del hombre del mañana”. Ya en el año 1906, María Montessori se hizo cargo con amor de madre y espíritu de científico de un grupo de niños cuyos padres no tenían tiempo para encargarse de ellos por las exigencias del medio para buscar el sustento diario. A más de 100 años, esa realidad nos sigue siendo cercana y propia.
“Lo que vemos cambia lo que sabemos. Lo que conocemos cambia lo que vemos” decía Jean Piaget. Y con esa simple frase resumimos lo que le falta a nuestra sociedad: EDUCACIÓN. Pero no cualquiera. La educación con significado, la que transforma nuestra estructura cerebral y nos permite abrirnos al conocimiento y a la comprensión, la que vivencia de manera natural la ansiada inclusión, la que trabaja porque los valores y las actitudes transversalicen cada acción educativa, la sistémica y colaborativa, esa es la Educación Parvularia. Es la clase de Educación que todo Estado y Gobierno debiera proteger y promover, porque será el mejor sello de garantía de una sociedad más justa, más preparada, más solidaria y más feliz.
El Día de la Educación Parvularia se celebra cada 22 de noviembre conmemorando la creación de la primera Escuela de Educación de Párvulos en la Universidad de Chile en el año 1944. Han pasado muchos años de espera para verla situada en el lugar que se merece. Hoy es cuando. Desde la calle, desde la universidad, tu centro de formación técnica, tu aula, tus niños, tu equipo, tu inamovible vocación… gracias por trabajar por un Chile mejor.
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