Claudio Martínez Molina / Seremi de energía de O’Higgins
En cada conversación con la ciudadanía y con los distintos actores del sector energético, siempre destacamos que nuestra política nacional de energía es transversal y fija objetivos que nuestro gobierno hace propios. La transición hacia energías limpias nos presenta desafíos que estamos superando con una hoja de ruta clara. Sin embargo, a menudo los grandes números positivos nos hacen perder de vista un reto crucial: la inclusión y participación de las mujeres en el sector.
Es fundamental apoyar la presencia femenina en roles de liderazgo y asegurar que las políticas energéticas, tanto locales como nacionales, consideren las necesidades y perspectivas de las mujeres. Por ello, el programa de liderazgo Energía+ Mujeres es una iniciativa concreta y esencial para fortalecer la participación femenina en la industria. Con este programa, no sólo promovemos la equidad de género, sino que también aseguramos un futuro sostenible para las próximas generaciones.
Hoy en día, uno de los desafíos más apremiantes que enfrentamos es la modernización de nuestra infraestructura eléctrica. Este proceso es esencial para poder integrar y distribuir de manera eficiente energías renovables como la solar de nuestros valles y la eólica de nuestras comunas costeras. Con tamaño desafío no podemos olvidar la importancia de capacitar a nuestra fuerza laboral en las nuevas tecnologías que acompañan a estas energías renovables. La aceptación de las comunidades locales también juega un papel crucial en la implementación de estos proyectos. En resumen, estos son temas fundamentales que debemos abordar con seriedad y compromiso para asegurar un futuro sostenible para todos y todas, futuro en donde el liderazgo femenino será crucial.
A pesar de los notables progresos que nuestro país ha alcanzado y que han sido un modelo a nivel global, aún nos queda mucho por hacer. Prueba de ello son los desafíos que tenemos como región y que son el mejorar la calidad de la energía que reciben los hogares y superar la pobreza energética, realizar una transición energética en la calefacción de la capital regional desde la leña a sistemas menos contaminantes, acelerar un ecosistema de electromovilidad, implementar energías renovables en los hogares mediate generación fotovoltaica, cumplir las metas de eficiencia energética para las grandes empresas -y ayudar a las PYMES a mejorar en este ámbito- y, junto a ello, seguir siendo líder en la construcción de Pequeños Medios de generación distribuida
Por lo anterior es imperativo que el proceso de transición energética sea inclusivo y representativo. Es fundamental y necesario garantizar la voz de las mujeres y relevar su papel para que lideren iniciativas innovadoras que promuevan la sostenibilidad y la eficiencia energética, ya que estos criterios nos permiten avanzar en inclusión y justicia social, que puede apoyar beneficios para que el proceso se distribuya de manera justa. Esto genera efectos positivos como el empoderamiento de comunidades que no han tenido mayor representatividad, fomentando un desarrollo sostenible que no deje a nadie atrás.
La diversidad de perspectivas que aportan las mujeres en este campo enriquece el debate e impulsa soluciones más creativas y efectivas para enfrentar los desafíos climáticos. Teniendo en cuenta estos puntos podremos aspirar no sólo hacia una transición energética efectiva, sino también, hacia una que sea igualitaria y justa.
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