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VARGAS LLOSA: GOLPE A LA CÁTEDRA DEL ESCRITOR LATINOAMERICANO

 VARGAS LLOSA GOLPE A LA CÁTEDRA DEL ESCRITOR LATINOAMERICANO Christian Troncoso Castillo 4

Por: Christian Troncoso Castillo


 

La muerte del escritor peruano Mario Vargas Llosa ha consternado a todo el mundo de las letras. Con él, desaparece una de las principales figuras del llamado “Boom Latinoamericano”, ese fenómeno editorial y cultural que permitió a un grupo de nóveles escritores latinoamericanos posicionarse en el centro del escenario literario mundial. 

Muere el más longevo de los integrantes del boom, aunque, también, el más polémico. Su vida, marcada por la notoriedad literaria, estuvo siempre cruzada por gestos que desafiaron el molde del intelectual convencional. El elefante en la habitación sobre Vargas Llosa siempre será la historia del puñetazo que le propinó a García Márquez, lo que fue el epílogo de una gran amistad entre los dos artistas y, también, de un distanciamiento literario y político. 

En lo retórico, Vargas Llosa hizo gala de una infinidad de estrategias retóricas con las que destacó en la narrativa, en el ensayo y en la política; en la que fue particularmente polémico tras acercarse al liberalismo, lo que constituyó no pocos desencuentros con el mundo cultural. La genialidad de Vargas Llosa radica en que supo mantenerse en la palestra con obras nuevas, con temáticas muy disímiles entre sí y, sin embargo, que forman parte de un proyecto escritural mayor. Fue un verdadero artesano con las palabras.

En sus primeras novelas —La ciudad y los perros o Conversación en La Catedral—, Vargas Llosa desplegó un estilo audaz, experimental, marcado por la fragmentación temporal, los cambios de focalización y una profunda desconfianza hacia las instituciones autoritarias. Estas obras son, todavía hoy, leídas como modelos de un realismo complejo, influido por Faulkner, Sartre y Flaubert, que no busca representar una realidad transparente, sino tensar el lenguaje hasta convertir la novela en una máquina de desarticulación del poder.

Con el tiempo, su obra giró hacia la novela histórica: La guerra del fin del mundo, La fiesta del Chivo y Tiempos recios lo muestran obsesionado con las formas del poder: el caudillismo, el totalitarismo, la manipulación ideológica. En ellas, la historia se convierte en escenario de conflicto moral, y la ficción, en una herramienta para desarmar las narrativas de redención política que tanto sedujeron a América Latina en el siglo XX.

Quizás por eso su obra, aun desde la controversia, sigue generando debate: porque dialoga con las grandes heridas del continente y con las ilusiones que aún nos habitan.

Con su muerte se va un Nobel. Se cierra un ciclo. Pero se abre otro que nos confronta como lectores: la relectura de sus obras, el debate a sus ideas, la reinvención. Vargas Llosa, contradictorio y fascinante, no se irá del todo: cada relectura suya es una forma de preguntarnos cuánto hemos cambiado y cuánto no.

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