Por: Marcelo Trivelli, Presidente Fundación Semilla
La principal medida sanitaria para combatir la pandemia del Coronavirus fue restringir el contacto social al máximo a través de cuarentenas. Estos largos periodos de encierro han creado una generación de niñas, niños y adolescentes conocidos como la generación COVID, porque las habilidades sociales se adquieren viviendo en comunidad y el estar encerrados con la familia no es suficiente. Es más, muchas veces puede resultar contraproducente cuando se está en presencia de violencia intrafamiliar agravada por condiciones de hacinamiento.
La generación COVID comprende desde recién nacidos hasta adolescentes. Los primeros, nacidos de madres estresadas por la tensión y el confinamiento han experimentado la falta de socialización más allá de familiares directos, y se extiende hasta los y las adolescentes que están viendo truncado su desarrollo sexo-afectivo al carecer de las experiencias iniciales del cortejo y emparejamiento.
A comienzos del año escolar 2021, la Agencia de Calidad de la Educación aplicó el Diagnóstico Integral de Aprendizajes con la participación de cerca de ocho mil establecimientos en el país. Existe un menor aprendizaje y el problema más grave es en matemáticas a nivel de enseñanza media. A pesar de la baja, las metodologías no presenciales han logrado aprendizajes de materias.
Pero lo que solo se puede adquirir de manera presencial, son las habilidades sociales que se adquieren por la sola presencia en el aula. Por ejemplo, aprender a dialogar, a compartir, a jugar, a cooperar, a entender y comprender su entorno y también a identificar situaciones de riesgo y de abuso. La generación COVID ha vivido el distanciamiento y no ha tenido contacto físico con sus pares, algo que es fundamental en la adquisición de habilidades sociales.
En el día a día esto se ilustra de muy buena manera en el siguiente ejemplo. El día antes de su primer día presencial de clases en kínder en marzo pasado, le preguntaron a uno de mis nietos si estaba contento de volver a ver a sus amigos, y el respondió: yo no tengo amigos. Un año de escuela no presencial en nivel de prekínder no permitieron establecer relación de amistad.
La Agencia de Calidad de la Educación también evaluó el bienestar emocional y encontró desmotivación expresada en “menos ganas de hacer las cosas”. Afecta más a mujeres que a hombres. En Fundación Semilla este resultado no nos sorprende por cuanto la energía de la vida en niñas, niños y adolescentes está dado por la interacción con sus pares. Y respecto de que afecta más a mujeres que hombres, nuestra explicación es que, en confinamiento, las labores del hogar recaen mayoritariamente sobre las mujeres reproduciendo la cultura patriarcal imperante.
Las características la generación COVID están aún por determinarse. Debemos tratar de atenuar las consecuencias de la pandemia y para ello, en Fundación Semilla estamos trabajando para que lo vivido nos sirva de experiencia para implementar una nueva escuela.
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