Por: Marcelo Trivelli, Presidente Fundación Semilla
Durante el año 2020 las llamadas al número de orientación y ayuda del Ministerio de la Mujer, 1455, aumentaron un 148% en comparación con el año anterior; mientras los llamados al número familia 149 de Carabineros también aumentaron un 97% comparado con el 2019, mientras que las denuncias en las policías y el ministerio público más la flagrancia disminuyeron en un 6,9%, según informaron la ministra de la Mujer y Equidad de Género, junto a la Subsecretaría de Prevención del Delito. Ante esta realidad debemos preguntarnos: ¿qué hacemos con esta información?
La cantidad de llamados efectuados durante 2020 no fue entregada, pero estimaciones que realizamos en Fundación Semilla, basadas en cifras de años anteriores solicitadas por transparencia, nos señalan que el número de llamados durante el año anterior deben haber superado los 100 mil. Ante esta realidad cabe preguntarse, cuál fue la respuesta de las policías y las autoridades ante cada uno de estos llamados de auxilio. Lamentablemente la cantidad de operativos generados a partir de estos llamados telefónicos son muy reducidos. Y es en este punto donde se encuentra el cuello de botella en el combate de la violencia contra la mujer.
Siete años tarda en promedio una mujer para denunciar violencia machista. Son siete años de sufrimiento, de “ires y venires” de sometimiento ante el poder económico, extorsión psicológica, amenazas y agresiones físicas. Es por ello que la responsabilidad de la denuncia no puede ni debe recaer en las víctimas. Es responsabilidad del Estado, a través de sus instituciones de seguridad pública y de protección, quienes tienen el deber de acudir inmediatamente ante una denuncia de violencia recibida. Desgraciadamente esto no es lo que sucede y, peor aún, no es fácil fiscalizar su actuar más allá de cifras que se entregan oficialmente.
Y esto no es propio de este gobierno, es propio de un Estado en que sus instituciones obstaculizan la fiscalización ciudadana como parte de una cultura de defensa corporativa.
Es importante hacerse cargo de la actual violencia contra la mujer, pero también y muy importante es intervenir decididamente en la educación de niñas, niños y jóvenes para lograr un cambio cultural en la sociedad. La violencia contra la mujer comienza a muy temprana edad. En un estudio realizado por Fundación Semilla encontramos que más de un tercio de las violencias en contextos escolares son por causas de género, por ejemplo, por no responder a los estereotipos de hombre (macho, fuerte, agresivo, etc.) y mujer (femenina, débil, sometida, servicial, etc.). Y nuestra experiencia nos demuestra que sí es posible abrir los ojos de estudiantes y profesionales de la educación para comenzar desde la escuela una formación que vea situaciones que generan violencia que hoy están normalizadas.
Las cifras entregadas por las autoridades son alarmantes y un llamado a la sociedad, incluidas a las instituciones del Estado, para reaccionar y tomar acción en la prevención y castigo de la violencia contra la mujer.
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