Por: Juan Alberto Araneda Rodríguez / Docente del área Ingeniería / IP-CFT Santo Tomás, sede Rancagua
Muchas veces nos enfrentamos a momentos en la vida que requieren de decisiones inmediatas. A veces no tenemos las habilidades para actuar raudamente y nos quedamos sólo en el pensamiento. Hoy, el retorno de la presencialidad en la educación chilena nos obliga a decidir en el aula; los sistemas adaptados para enfrentar esta ya conocida etapa se ven débiles, ya nadie habla de distancias y la ofrecida aireación es precaria. Recuerdo que de niño nos formaban y nos hacían tomar distancia, como medida de precaución de contactos; sin embargo, en un aula donde asisten varios estudiantes, la densidad en su definición se ve disminuida.
Pero la idea de escribir hoy muy cerca de la fe, muy cerca de la creencia, muy cerca de lo humano y divino, es pensar un poco en que un hombre de fuerza y esperanza entregó su sabiduría y poder en una cruz construida por otros hombres. Me pregunto: ¿Qué pensará él hoy? En este hoy lleno de figuras no definidas, pandemias, cómo las recibimos, si son plagas…Nos preparamos para entrar en oración, pidamos al Eterno de los Cielos por la patria, por las instituciones, por la vida, por los niños, por mujeres y hombres, por los ancianos, por los enfermos, por las autoridades, por la sabiduría de los hombres y mujeres.
Tengamos en esta fecha venidera a lo menos una acción de humildad y respeto, detengámonos un instante a conversar con nuestros estudiantes, salgamos del esquema cotidiano de la asignatura y conversemos de valores, acerquémonos como una comunidad sola a la esperanza, hagamos que las carencias sean suplidas en fe. Los invito a progresar, a dar valor a lo digno y conservar en cada creencia lo divino.
Avanzamos a pasos agigantados a esta nueva realidad, es bueno agregar aparte de lo divino, también lo humano, conocer el nombre propio de nuestros jóvenes que día a día se forjan en nuestros entornos, quizás buscando una mejor preparación o llevar de una mejor forma el pan nuestro de cada día a sus hogares en formación o a la casa paterna materna.
¿Qué pensaría María al recordar el sacrifico y ofrenda de su hijo? Creo que en su nobleza de madre sólo piensa en el porvenir de los hijos del mundo por los que el hijo aquel entró en sacrificio por la humanidad.
Les insto a reflexionar, mirarnos a los ojos, a creer en la esperanza y a reforzar la fe y con ello la humildad y el compromiso con nuestra creencia y a seguir siendo grandes seres de bien.
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