Señor Director:
El acceso a la vivienda propia se ha convertido en un desafío prácticamente insuperable para los jóvenes menores de 35 años. Según un reciente estudio de Colliers, solo el 25% de los jóvenes de este grupo etario puede aspirar a comprar una vivienda en 2024, una cifra alarmante si consideramos que en 2009 el porcentaje era del 53%. En tan solo 15 años, la situación ha empeorado drásticamente, reflejando un problema que trasciende lo económico para convertirse en una cuestión de justicia social y desarrollo urbano sostenible.
Entre las causas de esta caída figuran, sin duda, el aumento vertiginoso en el precio de las propiedades, que avanza a un ritmo mucho más acelerado que los sueldos, y las crecientes tasas hipotecarias que encarecen aún más el acceso a la vivienda. Estas barreras financieras están empujando a una generación a vivir en condiciones más precarias, ya sea prolongando la convivencia en los hogares de sus padres o aumentando la dependencia del mercado de arriendo, que también enfrenta altos costos.
Uno de los mayores obstáculos es el ahorro para el Pie Hipotecario. Con precios de vivienda que aumentan cuatro veces más rápido que los sueldos, muchos jóvenes, con menos tiempo para ahorrar, se ven incapaces de cumplir con este requisito básico. El acceso a la vivienda, un derecho fundamental, se ha convertido en un privilegio, afectando el bienestar y las oportunidades de desarrollo de esta generación.
Es urgente que este tema esté en el centro del debate sobre el desarrollo urbano y económico del país. Los jóvenes no solo representan el futuro de nuestra sociedad, sino que son clave para dinamizar la economía y fortalecer las comunidades. Sin embargo, con la actual crisis de acceso a la vivienda, estamos dejando atrás a una generación que ve su futuro cada vez más incierto.
El acceso a la vivienda debe ser considerado un derecho, no un privilegio. Las políticas públicas deben enfocarse en crear soluciones viables que permitan a los jóvenes alcanzar este sueño sin que ello signifique asumir una carga financiera insostenible. El desafío es grande, pero es fundamental para construir una sociedad más equitativa y con mejores oportunidades para todos.
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