Académico de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UTalca, Sergio Wehinger, afirmó que el exceso de este compuesto en las comidas es “especialmente peligroso para quienes presentan antecedentes familiares de hipertensión, obesidad o diabetes”.
No más de 4,5 gramos al día es el uso recomendado de sal que indican los especialistas, sin embargo esta medida no es normalmente respetada. “Generalmente nos pasamos de esa dosis diaria. En las sociedades occidentales consumimos muchísima sal, sobre los 9 gramos por día”, comentó el director del Magíster en Ciencias Biomédicas de la Universidad de Talca, Sergio Wehinger, quien agregó que este compuesto está presente en muchos alimentos, como son los embutidos o la comida chatarra. “No es que le pongamos tanta sal a lo que comemos en casa, sino que consumimos mucha en lo que compramos ya procesado”, recalcó.
Y es que el uso de sal está extendido en la humanidad, no solo como saborizante sino también como preservante para evitar el crecimiento de bacterias contaminantes que no toleran grandes cantidades de este compuesto.
El resultado, un “aumento de la presión sanguínea, que a la vez, genera el peligro de sufrir enfermedades cardiovasculares, principalmente del corazón y accidentes cerebrovasculares, que es cuando se interrumpe el flujo sanguíneo en algún vaso a nivel cerebral. Ello, trae consigo consecuencias como invalidez o la muerte”, manifestó Wehinger.
A esto se suman eventuales problemas renales, asociados a antecedentes hereditarios. “El aumento de la presión sanguínea no solo daña los vasos sanguíneos y el corazón, también daña los riñones, lo que a largo plazo puede traer enfermedades renales crónicas, sobre todo si la persona tiene antecedentes familiares de hipertensión o de diabetes, o de alguna condición crónica que empeore esta situación”, explicó el académico.
“A más consumo de sodio (sal), más agua retienen los riñones, lo que aumenta la presión sanguínea, y ésta hace que el corazón deba bombear con más fuerza y con más esfuerzo estos grandes volúmenes de agua, lo que a largo plazo daña los vasos sanguíneos. Esto favorece eventos anormales de activación de plaquetas o formación de trombos, que son obstrucciones en los vasos. El corazón también se daña y puede aparecer la insuficiencia cardiaca o daño renal, y podemos terminar con una persona que necesite diálisis o trasplante”.
Y eso no es todo, porque el exceso de sal altera el equilibrio con el potasio, que es la contraparte del sodio en el cuerpo. “Las personas que consumen dietas ricas en sodio y bajas en potasio, se asocian con el doble de riesgo a sufrir enfermedades del corazón. El potasio está presente en frutas y verduras, por lo tanto, se entiende que dietas elevadas en estas últimas previene enfermedades”, argumentó.
CONSEJOS
“La presión arterial tiende a aumentar naturalmente, especialmente sobre los 60 años. Pero esto no quita que las dolencias empiecen de manera silenciosa muchos años antes. Lo mejor es consumir una dieta rica en frutas y verduras, y realizar actividad física”, comentó Wehinger.
La académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UTalca, Patricia Loyola, entregó algunos consejos para consumir menos sal en las comidas: “Usar ralladura y zumo de cítricos en pescados y carnes blancas, también se pueden agregar hierbas aromáticas y especias, ya que potencian el sabor de los alimentos y le dan nuevos matices. Asar y cocinar a la plancha porque se resalta el sabor. Usar sofritos como ajo, cebolla, chalota, zanahoria, cebollines, etc.”.
También se aconseja el uso de jengibre por su sabor levemente picante y ácido. Por otra parte, precisó la académica, se puede aportar sabor mediante aceites aromáticos como oliva-ajo, oliva-albahaca; usar vinagres y vinagretas, salsas en base a verduras y especias, adobar las comidas, es decir, colocar un alimento en remojo en un líquido aromático durante un tiempo.
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