ESTUDIO BAIN & COMPANY
El escenario actual energético y la guerra entre Rusia y Ucrania podría ser el escenario perfecto para que los precios de la energía impongan una segunda ola de shocks del lado de la oferta en la economía mundial.
Tras la invasión de Rusia a Ucrania, el precio del petróleo se ha visto fuertemente impactado: el crudo europeo (Brent) superó brevemente los 139 dólares/barril, mientras en EE.UU. (WTI) subió a 130 dólares/barril, sus niveles más altos desde julio de 2008.
Sin embargo, es importante remarcar que mucho antes que estallara el conflicto, los mercados del petróleo y del gas ya funcionaban con un suministro más ajustado de lo normal, marcados por dos nuevas fuerzas: el factor estructural a largo plazo de la oferta, y la destrucción de la demanda de 2020.
En este contexto, los expertos de la práctica de Petróleo y Gas de Bain creen que no será posible ver modificaciones en las condiciones de la oferta en el corto plazo, lo que se explicaría porque ya estábamos enfrentados a un escenario energético en crisis, donde los precios podrían subir aún más, impactando el valor de la energía a nivel mundial y su demanda.
En el caso del gas natural licuado (GNL), existe un riesgo de precio es más agudo en Europa occidental debido al contexto geopolítico y su ubicación física, siendo más dependientes de los oleoductos de Rusia.
En el caso de Asia, los expertos consideran que la región podría amortiguar el impacto que deja la guerra en el sector gracias a sus reservas energéticas, pero dudan que sean suficientes para mitigar los efectos de una crisis de suministro significativa.
Respecto al sector petrolero, los riesgos de oferta y precio son menores y controlados, pero incluso una disminución relativamente pequeña en el suministro podría conducir rápidamente a aumentos de precios.
Desde Bain revelan que uno de los principales riesgos para el mercado es la probabilidad que los precios de la energía impongan una segunda ola de shocks del lado de la oferta en la economía mundial, que aún no se ha recuperado por completo de la primera ola.
A ello se sumaría el surgimiento en el mediano plazo de un ciclo de retroalimentación entre la macroeconomía y la industria energética, provocando una recesión inducida por la inflación derivada del conflicto entre Rusia y Ucrania. De ocurrir esto, podríamos enfrentarnos a un desplome de los precios, potenciando la desinversión en proyectos de energía térmica. A menos que algo cambie rápidamente, el camino a corto plazo desde el aumento de la inflación hasta la caída del crecimiento es mucho más corto.
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