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CHEMSEX: UN PROBLEMA DE SALUD MENTAL CON CONSECUENCIAS GRAVES

CHEMSEX UN PROBLEMA DE SALUD MENTAL CON CONSECUENCIAS GRAVESPor: Francisco Espinoza Rivas, Psicólogo, Magister en Gestión de Organizaciones, Jefe de Departamento de Calidad de Vida Laboral, Hospital Metropolitano


 

El chemsex, definido como el uso de drogas psicoactivas para potenciar la experiencia sexual, se ha convertido en un fenómeno preocupante dentro de la salud pública. Entre las sustancias más utilizadas se encuentran el GHB (ácido gamma-hidroxibutírico), la metanfetamina, la mefedrona y la ketamina, todas ellas con efectos profundos en la percepción, el juicio y el estado emocional de los usuarios. Aunque se suele asociar el chemsex con el placer y la desinhibición, su impacto en la salud mental es devastador y requiere ser abordado desde una perspectiva sanitaria integral.

El GHB, conocido como "éxtasis líquido", es un depresor del sistema nervioso central que en dosis bajas provoca euforia y desinhibición, pero en dosis más altas puede inducir estados de inconsciencia y amnesia. Su consumo prolongado está vinculado a un alto riesgo de adicción, depresión y psicosis. Además, debido a su estrecho margen entre la dosis recreativa y la dosis tóxica, el riesgo de sobredosis es significativo, pudiendo generar depresión respiratoria y muerte.

Por otro lado, la ketamina es un anestésico disociativo que, en el contexto del chemsex, se utiliza para intensificar sensaciones y reducir la percepción del dolor. Sin embargo, su uso prolongado puede provocar deterioro cognitivo, trastornos de la memoria y episodios psicóticos. Además, su efecto anestésico aumenta el riesgo de sufrir agresiones o de involucrarse en prácticas sexuales de alto riesgo sin pleno consentimiento.

Otra droga comúnmente utilizada en el chemsex es la metanfetamina, una sustancia altamente adictiva que incrementa la euforia y la resistencia física, pero que también genera paranoia, ansiedad extrema y episodios de psicosis. Su uso prolongado afecta severamente la salud mental, provocando insomnio crónico, deterioro cognitivo y un alto riesgo de conductas suicidas. La mefedrona, otro estimulante utilizado en estas prácticas, produce efectos similares a la metanfetamina y está asociada con episodios de manía, agresividad y depresión severa tras su consumo.

Desde una perspectiva psicológica, el chemsex está relacionado con altos niveles de ansiedad, depresión y aislamiento social. Un estudio publicado en The Lancet Psychiatry señala que muchas personas recurren a estas sustancias para manejar sentimientos de soledad, rechazo o trauma. No obstante, en lugar de ser una solución, el chemsex tiende a exacerbar estos problemas, generando un círculo vicioso de dependencia química y deterioro de la salud mental. Además, se ha identificado un aumento en los trastornos del sueño, la paranoia y el desarrollo de comportamientos compulsivos, lo que agrava aún más la calidad de vida de quienes lo practican. También se han reportado casos de trastorno de estrés postraumático (TEPT) en personas que han experimentado episodios traumáticos en sesiones de chemsex, especialmente aquellas que han sido víctimas de violencia sexual o abuso mientras se encontraban bajo los efectos de estas sustancias.

En Chile, el chemsex ha ido en aumento en los últimos años, especialmente en grandes ciudades como Santiago y Valparaíso. Informes recientes de organizaciones de salud han alertado sobre el incremento de consultas médicas y psiquiátricas relacionadas con el consumo de sustancias como GHB, ketamina y metanfetamina en contextos sexuales. Este fenómeno se ve impulsado por la facilidad de acceso a estas drogas y la falta de información sobre sus riesgos. Además, la ausencia de programas especializados en salud pública dificulta la detección y el abordaje adecuado de los efectos adversos de esta práctica. En particular, se ha observado un aumento de infecciones de transmisión sexual (ITS), como el VIH y la sífilis, debido a la disminución de la percepción del riesgo y la adopción de prácticas sexuales desprotegidas bajo los efectos de estas sustancias.

A nivel clínico, los profesionales de la salud mental enfrentan desafíos en la detección y tratamiento del chemsex, ya que muchos usuarios no buscan ayuda hasta que su situación se torna insostenible. La estigmatización y la falta de programas especializados dificultan el acceso a tratamientos adecuados. Además, el proceso de rehabilitación es complejo, ya que implica abordar tanto la adicción química como los problemas psicológicos subyacentes. Es crucial que los sistemas de salud adopten enfoques integrales, combinando estrategias de reducción de daños, terapia cognitivo-conductual y apoyo comunitario.

El chemsex no es solo un problema de drogas, sino una manifestación de necesidades emocionales y de salud mental desatendidas. La sensación de conexión y euforia que estas sustancias proporcionan muchas veces responde a carencias emocionales más profundas que requieren ser trabajadas desde un enfoque terapéutico. Es imperativo que las políticas públicas y los sistemas de salud aborden esta realidad con empatía y recursos adecuados para prevenir sus graves consecuencias. Además, es fundamental generar campañas de concienciación sobre los riesgos del chemsex y proporcionar espacios seguros para que las personas puedan buscar ayuda sin miedo a la criminalización o la discriminación.

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