Por: Gabriel Valenzuela, director ejecutivo de la Fundación Felipe Camiroaga
En nuestro país, la desigualdad sigue marcando el futuro de los más pequeños, y es ahí donde las fundaciones tienen un rol clave: ser un puente entre las necesidades urgentes de los más vulnerables y los recursos disponibles. Creemos profundamente que cada niño y niña merece una educación de calidad, un entorno seguro y la oportunidad de soñar en grande, sin importar la situación económica de su familia.
Las fundaciones no buscan reemplazar al sistema público, sino complementarlo. Nuestra labor existe para cubrir esos vacíos que el aparato estatal, muchas veces sobrepasado, no logra llenar a tiempo. Pero esta tarea no se sostiene sola; necesita del respaldo, la confianza y la participación activa de la sociedad civil, de personas que creen en un Chile más equitativo, y de empresas que comprenden que su éxito también se mide en el impacto social que generan.
Este fin de año nos invita a reflexionar sobre cómo podemos ser parte de este ecosistema de cambio. ¿Qué rol podemos asumir como ciudadanos, empresas u organizaciones? Juntos, hemos demostrado que es posible cambiar vidas, sin embargo, para seguir avanzando, necesitamos más manos y más corazones comprometidos. La transformación social no es un sueño individual, es una tarea compartida que nos involucra a todos y a todas.
Acompáñanos en esta misión, porque un niño y una niña con esperanza son un país con futuro.
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