Por: Nelson Rojas, Gerente General Corporativo de Caja Los Andes
Luego de que miles de jóvenes conocieran recientemente los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES), surge la necesidad de hacer el cruce entre la oferta educativa para este 2024, las necesidades del mercado y el actual contexto, de cara a formar a los futuros técnicos y profesionales del país. Así como la ciencia, la tecnología y la medicina han avanzado en los últimos años, de acuerdo a las necesidades de la sociedad, la educación Técnico Profesional (TP) también ha hecho lo suyo, transformándose en una alternativa cada vez más necesaria por su naturaleza intrínsecamente sostenible y ahí radica la necesidad de potenciarla.
La educación Técnico Profesional no solo permite “emparejar la cancha” y garantizar el acceso a la educación superior de jóvenes y adultos, sino que también obedece a procesos históricos que se deben considerar. En el siglo XIV y XV, estuvo estrechamente ligada a las artes mecánicas con aprendices que adquirían conocimiento en oficios altamente valorados como la carpintería, herrería y albañilería, quienes muchas veces se formaban de manera autodidacta o heredaban los conocimientos de generaciones anteriores. Con la Revolución Industrial llegó un profundo cambio, surgieron escuelas e institutos cuyo foco estuvo en la ciencia y la tecnología, con el objetivo de avanzar en maquinaria que pudiera complementar el trabajo humano.
Hoy nos encontramos en plena era digital y la globalización nos obligó a adaptarnos a las nuevas tendencias. Esto nos llevó a hablar de “mano de obra calificada”, donde la educación superior requirió de un complemento altamente indispensable para los desafíos de las economías mundiales, con una educación técnica profesional que estuviera a la altura de los avances científicos y tecnológicos.
Este ejercicio permite entender que este espacio de formación se ha transformado en una herramienta de crecimiento indispensable para los países en desarrollo, más aún si lo consideramos en esencia sostenible.
Y remarco el concepto sostenible porque es un verdadero promotor de movilidad social, permitiendo reducir la brecha en la educación chilena, albergando a los estudiantes más vulnerables del país y aportando a su desarrollo. Según el estudio “Movilidad Social: Aportes Desde La Educación Superior Técnico Profesional” de Impacta Inacap 2023, un 57% de los titulados de primera generación pertenece a la educación técnico profesional, versus un 43% que se tituló en una universidad. Sin duda una ventana efectiva para reforzar el tejido social y abrir espacios en la inclusión al sistema económico.
La formación técnico-profesional ofrece importantes ventajas. Las carreras en CFT o IP tienen menor duración y la recuperación de la inversión financiera en estudios tarda en promedio 6 años, frente a los 11 años que toma hacerlo en carreras universitarias. De hecho, la Unesco ha remarcado que tiene un rol relevante en la agenda 2030 y es aquí donde me detengo. ¿Por qué no atrevernos como sociedad a incentivar a los jóvenes y adultos que deseen profesionalizarse en áreas tan disruptivas o innovadoras como climatización; robótica; microelectrónica y semiconductores; inteligencia artificial y negocios internacionales? Incluso, estudios enfocados en la matriz energética, pensando en espacialidades que pueden aportar no sólo a procesos en marcha como la generación de energías limpias, sino también a abrir nuevas áreas de desarrollo.
Evidentemente que los campos de crecimiento técnico deben estar alineados con las necesidades del sector productivo y eventuales proyectos futuros, con el objetivo de contar con esa fuerza de trabajo especializada oportunamente para el óptimo desarrollo de diversas iniciativas en el país. Resulta fundamental generar un balance entre la demanda y oferta, que permita visibilizar oportunidades transformadoras acorde a los tiempos, sin dejar a nadie atrás, convirtiendo empleos con una mirada innovadora, así como lo hacen países como Australia y Nueva Zelanda que identifican regularmente las áreas de escasez de habilidades tanto inmediatas como futuras. Estoy seguro que el talento está y darle un espacio es tarea de todos, porque no cabe duda que la fuerza laboral especializada es impulso para el presente y el futuro.
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