Por Macerla Ragni / Directora Carreras Área Salud Santo Tomás / Directora Revista Enfermería Colegio de Enfermeras de Chile Á.G.
Desde hace varios años nuestra sociedad dejo de mirar la muerte como parte de la vida, antes las personas fallecían y eran veladas en los domicilios, por tanto los niños participaban en el velatorio sin restricciones. Hoy la muerte esta desterrada a los hospitales o clínicas, pero con los avances en la medicina y el aumento de la esperanza de vida que permiten vivir más y mejor, la mayoría de nuestros niños no ha vivido esta experiencia o ante la ocasión, los hemos alejado para evitarles el sufrimiento o dolor.
Hoy lamentablemente estamos ante una realidad, que ya vemos en otros países y que nuestros niños van a tener que observar o enfrentar en lo mas cercano, por que no mejor hablarlo antes, para que estén preparados cuando llegue el momento. Hoy es el tiempo donde hay tranquilidad y podamos compartir la mejor visión de que se piensa y siente de la muerte.
La muerte puede ser esperada, inesperada, anunciada o repentina, esta categorización influye en como dar la noticia, a demás determina el pronóstico de aceptación y recuperación; como pasa en la esperada o anunciada, que nos da tiempo para prepararnos emocionalmente para este proceso.
La capacidad del niño de comprender la muerte dependerá de su edad y vivencia de experiencias anteriores. La edad más crítica para anunciar la muerte, es en menores de seis años, donde no hay un pensamiento concreto. Como características generales:
0 a 3 años solo se dará cuenta que la persona no está, importante es decir que no volverá y se recomienda que no vaya a funeral.
3 a 6 años reconoce que es algo grave, pero puede pensar que es reversible, tienen pensamientos mágicos, que lo imposible se vuelve posible. Decirle que es angelito, que fue al cielo, puede provocar miedo, ya que lo suelen asociar como un imaginario a la vida real y traer estas imágenes a su lugar.
6 a 9 años comprende que la muerte es permanente, pero no logrará comprender las consecuencias que este deceso supone en su vida. Requieren mayor tiempo y disposición de hablar de sus miedos y preocupaciones. En su proceso cognitivo que vivirá, teme al abandono y desamparo.
Mayores de 9 años la percepción es idéntica al adulto, se hará diferente cuando son los padres o el cuidador principal son los afectados; ya que lo hace diferente a los demás. Lo importante es no forzar, pero que entienda que cuando esté preparado y quiera conversar estaremos a su disposición para compartir sus emociones. No se puede dejar de lado aclarar el futuro, su mayor inseguridad es con quien estará.
Sobre si asisten o no al funeral los expertos opinan que, sí deben asistir, a excepción del niño hasta los 3 años, lo mismo que el adulto, el niño necesita rituales para transitar el proceso de duelo, la diferencia esta en que debe ser preparado para lo que va a vivir en el funeral.
No buscamos disminuir el sufrimiento por que de igual forma si es un ser querido, lo vivirá, pero no hay duda qué lo ayudará a anticiparse al proceso, estando preparado para enfrentarlo. Siempre un niño que ha podido hablar y hacer preguntas a sus padres o cuidadores para expresar sus sentimientos y miedos tendrá una mejor comunicación, ya elaborada, cuando se presenten esas emociones.
La entrega de información la deben hacer los padres o el cuidador o el familiar más directo. Es necesario perder el miedo a decir ha muerto, importante asociarlo a la tristeza y al motivo del deceso. Dar espacio para que el niño pueda hacer preguntas, sus respuestas deben ser sinceras, no dar más detalles de lo que por edad pueda asimilar.
Lo más difícil para este tiempo será enfrentarnos a la muerte anunciada, explicarle al niño que la enfermedad es muy grave, que el personal de salud hará lo posible, motivarlo a expresar emociones a través de dibujos para la persona, puede ayudarlo. Que se sienta integrado al cuidado, preocupación y preparación para el desenlace de muerte o lo que siempre esperamos de corazón; para su recuperación.
Fuente: Primeros Auxilios Psicológicos, Universidad Autónoma de Barcelona
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