El Día Mundial contra la Lepra se celebra el último domingo de enero, en algunos países, su última semana. La también llamada Enfermedad de Hansen se produce por una infección bacteriana causada por Mycobacterium Leprae que afecta a la piel, provocando heridas. En sus complicaciones, puede comprometer nervios periféricos, mucosas de vías respiratorias y ojos. Debido al poco tratamiento existente en épocas anteriores era una enfermedad temida, ya que la mayoría de los pacientes terminaba mutilada en partes de sus extremidades.
Según la OMS, Chile hoy es un país que se encuentra 100% libre de lepra, hace ya muchos años que no presenta casos autóctonos. En 1992 existió un leprosario en Rapa Nui que guarda una desoladora, oscura y triste historia de la lepra en la isla. Algunos textos dicen que la enfermedad afectó hasta un 25% de la población, su último interno falleció el 2013, siendo el último caso autóctono de nuestro país. En 1993 se presentó un caso, otro 2007 y luego 2017, todos pacientes migrantes, extranjeros. Conmemorar este día busca terminar con el estigma, discriminación y prejuicios a quienes afecta la enfermedad. Hoy afortunadamente es una enfermedad totalmente tratable y curable.
Las enfermedades emergentes y reemergentes o la propagación de las enfermedades infecciosas constituye hoy un problema global en la seguridad de la salud en todos los países, ya que existen muchos factores que se asocian con el mundo actual que permanece totalmente conectado.
El aumento de la población inmigrante y las condiciones en las cuales viven – muchos expuestos a hacinamiento –, el cambio climático, los movimientos antivacunas, el aumento del turismo a otros países, el aumento de productos biológicos y cambios en el proceso, distribución de alimentos y modificación del hábito alimenticio están influyendo y modificando el escenario epidemiológico de Chile. Estos factores hacen que debamos estar preparados siempre para el inevitable surgimiento de brotes de enfermedades complejas como fiebre amarilla, malaria, histoplasmosis, lepra, influenza aviar (H5N1), síndrome respiratorio agudo severo (SARS) y hoy coronavirus.
En estos casos, el rol del Estado es mantener su preocupación en el diseño y aplicación inmediata de un plan estratégico de vigilancia de enfermedades emergentes con alerta temprana, capacidad de investigación epidemiológica, conocimientos técnicos e infraestructura en laboratorios. Debe mantener con anticipación campañas destinadas a informar en forma oportuna y adecuada a la comunidad, dando a conocer los eventuales riesgos a los que podría estar expuesta la población, su prevención y cuidados básicos.
Pero la responsabilidad no es sólo del estado. Si bien lamentablemente la falta de experiencia clínica juega en contra para un reconocimiento y terapia oportuna – lo que facilita la transmisión – cada técnico y profesional de la salud debe gestionar su nuevo conocimiento para poder realizar una detección o sospecha precoz, sobre todo en el personal de Enfermería que en la mayoría de los casos son el primer contacto con el paciente. Autogestionar nuestro conocimiento es un llamado obligado a innovar y no quedar atrás, en este caso en directo beneficio de una sociedad.
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