En el corazón de Rancagua, precisamente en la esquina de San Martín y Paseo Independencia, una tradición familiar se mantiene viva desde hace más de 25 años. En esta esquina del centro, donde la vida cotidiana transcurre entre oficinas, comercios y el bullicio de los transeúntes, el aroma de las humitas y los pasteles de choclo atrae a los clientes como un imán, haciendo de este puesto el referente tradicional donde compra las humitas recien hechas durante todo el año.
Por: Exequiel Aleu Monasterio
Las responsables de esta tradición son Josemin y Ana María Troncoso Herrera, dos hermanas que, al igual que su madre, han convertido las humitas en un símbolo de trabajo, esfuerzo y dedicación. Este emprendimiento no comenzó como una tienda formal; al principio, fue un comercio ambulante, con una receta tradicional que pasó de madre a hijas, de generación en generación.
“Este emprendimiento lleva acá 25 años aproximadamente, lo comenzó mi mamá, pero cuando lo comenzó no estábamos formalizadas, no teníamos patente, no teníamos nada, era así como comercio ambulante. Ahora actualmente ya tenemos patente, resolución sanitaria, estamos establecidas”, cuenta Josemin, quien hoy, junto a su hermana, continúa con el legado familiar.
La historia de las hermanas Troncoso es la historia de un esfuerzo conjunto, un trabajo arduo y el amor por lo que hacen. En sus palabras, la tradición familiar se hace carne en cada humita que venden, en cada pastel de choclo que preparan con tanto esmero, utilizando ingredientes de calidad como choclos traídos del norte del país y de la región de O'Higgins. Todo se elabora en su casa, un pequeño taller que se ha convertido en una microempresa familiar, que luego transportan diariamente hasta su punto de venta.
Lo que comenzó como un emprendimiento modesto ha logrado consolidarse con el tiempo, a pesar de las dificultades. "Nos demoramos 10 años en obtener todos los permisos. Al principio, no sabían cómo encajarnos en una categoría que fuera legal y, al mismo tiempo, respetara nuestra tradición", comenta Josemin, refiriéndose a los desafíos burocráticos que enfrentaron en sus primeros años. Finalmente, encontraron la categoría de "comidas típicas", lo que les permitió avanzar y, con el tiempo, contar con una resolución sanitaria y una formalización total de su negocio.
Lo que distingue a este emprendimiento es su enfoque en la calidad y la tradición. "Nosotras hacemos las humitas con una receta especial, sin excesos de frituras ni ingredientes innecesarios. Queremos que la gente sepa que nuestros productos son no solo sabrosos, sino también muy sanos", explica Josemin, destacando el esfuerzo por ofrecer productos que no solo cumplen con las expectativas culinarias, sino que también respetan las necesidades de salud de sus clientes.
El negocio ha trascendido la mera venta de alimentos; se ha convertido en una historia de vida. La familia Troncoso ha logrado mantener viva la esencia de su madre, quien les enseñó desde pequeñas la importancia del trabajo y la honestidad. "Mi mamá no pudo darnos estudios a todos, pero nos enseñó a trabajar. Nos dio la cabeza para llevar adelante este negocio, y gracias a ello hemos sacado a nuestros hijos adelante", explica Ana María, con orgullo por lo que han logrado a través del sacrificio y la perseverancia.
A lo largo de los años, las hermanas han logrado fidelizar a una clientela que las busca por la calidad de sus productos y la confianza que han generado. Son muchas las familias que, como en el caso de las madres que compraban a su madre, siguen hoy comprando las mismas humitas y pasteles de choclo, compartiendo con ellas historias de generaciones que se cruzan en cada bocado.
Además de las humitas y los pasteles de choclo, en su puesto también se ofrecen ensaladas, sushi, hand rolls y colaciones más modernas, todo preparado con la misma dedicación y amor por la cocina familiar. “Mi sobrina es vegetariana, por eso tenemos opciones vegetarianas, porque nos gusta adaptarnos a las necesidades de nuestros clientes”, explica Josemin, mientras organiza las bandejas con sus productos.
El negocio sigue siendo un esfuerzo en conjunto: "Aunque somos independientes en lo que vendemos, siempre nos ayudamos entre nosotras. Si me falta algo, mi hermana me lo pasa, y viceversa", cuenta Josemin Trocoso Herrera. La familia sigue siendo el motor de este emprendimiento, que ha unido a generaciones y que, a pesar de los sacrificios, se mantiene firme.
"Este es un trabajo muy sacrificado, pero no me arrepiento. Gracias a este negocio hemos logrado darle estudios a nuestros hijos, y ahora, mi hija va a entrar a la universidad a estudiar psicología forense", dice Ana María, con una sonrisa de satisfacción. Las hermanas Troncoso han logrado lo que muchas familias sueñan: sacar adelante a sus hijos gracias al esfuerzo y el trabajo honesto.
Hoy, después de más de dos décadas de trabajo ininterrumpido, las hermanas Troncoso siguen ofreciendo sus productos en Rancagua, siempre con la misma pasión de los primeros días. "Aquí estamos, todos los días, de lunes a sábado, con las humitas frescas, siempre con la misma calidad de siempre", dicen con orgullo. El legado familiar sigue vivo en cada uno de sus productos, y su historia continúa siendo un ejemplo de perseverancia, sacrificio y amor por lo que hacen.
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