Por: www.rancaguatv.cl
Hoy en el silencio de una jornada distinta, el mundo parece detenerse, nos enfrentamos a una oportunidad invaluable: detenernos a reflexionar sobre el sentido profundo de nuestra convivencia, sobre aquello que nos une como seres humanos y comunidad más allá de las diferencias.
Hoy cuesta encontrarse en el otro. La desconfianza es un idioma común. Se levanta la voz antes que la mano amiga. Hemos confundido el éxito con la indiferencia y el orgullo con la distancia. Se vive rápido, se juzga fácil, se abraza poco.
¿En qué momento dejamos de mirarnos como hermanos?
La libertad nos empoderó. La justicia nos organizó. Pero sin fraternidad, todo se enfría. Sin el lazo invisible que nos une por el solo hecho de ser humanos, la sociedad se desintegra, se endurece, se vuelve extraña.
Quizás por eso este día, lleno de símbolos y recogimiento, nos invita a lo esencial. No a los ritos ni a las fórmulas, sino al acto íntimo de volver a mirar con ternura. A detener la prisa. A escuchar con el corazón abierto. A cuidar al que tenemos al lado, sin esperar nada a cambio.
Tal vez lo más olvidado hoy sea ese principio que alguna vez nos unió sin condiciones. No es solo un ideal abstracto. Es una actitud concreta que se manifiesta en el respeto mutuo, la empatía y la colaboración. Es el puente invisible que une a individuos en una comunidad solidaria. Sin fraternidad, la libertad se vuelve egoísmo, y la igualdad, una aspiración vacía.
Hoy es un buen día para recordar que aún estamos a tiempo. Que la compasión no está pasada de moda. Que la humanidad no se ha extinguido. Solo está esperando ser despertada.
Tal vez sea hora de preguntarnos:
¿Qué clase de sociedad queremos legar a los que vienen?
¿Una tribu de intereses enfrentados? ¿O una comunidad donde el respeto, la libertad y la justicia caminen juntas?
Volver a los actos de esperanza, a esa luz que, incluso en tiempos oscuros, aún puede guiarnos.
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