Por: Rodrigo Garay, Country Manager de Gi Group Holding
En junio, muchas empresas despliegan con orgullo banderas arcoíris, organizan eventos y lanzan campañas publicitarias celebrando el mes del Orgullo LGBTQ+. Sin embargo, esta oleada de inclusión y diversidad suele ser efímera, desapareciendo al llegar al día 30. Esta práctica, conocida como “rainbow-washing” o “lavado arcoíris”, no solo es contraproducente, sino que también desvirtúa el verdadero significado de la inclusión y la diversidad. Las empresas deben reconocer que la inclusión no es una estrategia de marketing estacional, sino un compromiso continuo y auténtico.
La inclusión debe ser una política integral y permanente, no una mera táctica para mejorar la imagen pública durante un mes del año. Cuando las empresas solo destacan sus políticas de inclusión en junio, envían un mensaje claro: la diversidad y la inclusión son secundarias y no forman parte de sus valores fundamentales. Esto puede resultar en la percepción de que estas iniciativas son oportunistas y carecen de sustancia real, dañando la confianza de los consumidores y empleados.
Por otro lado, las iniciativas superficiales pueden tener consecuencias negativas. Los trabajadores y consumidores están cada vez más atentos a las prácticas corporativas y son capaces de discernir cuándo una empresa está siendo genuina. Las campañas de inclusión que carecen de una base sólida y de acciones concretas pueden resultar en boicots y críticas públicas, dañando la reputación de la empresa a largo plazo.
Es crucial que las empresas no solo hablen de inclusión, sino que la practiquen. Esto implica revisar y mejorar sus políticas de recursos humanos, ofrecer formación continua sobre diversidad e inclusión, y crear un entorno donde todos los empleados se sientan seguros y respetados. La inclusión debe ser parte de la cultura corporativa, reflejada en cada aspecto de la operación, desde la contratación y promoción hasta la toma de decisiones estratégicas.
-
0
-
0
-
0
-
0
-
0
-
0
